viernes, octubre 06, 2006

Lullaby ( True Egoistic Love )


De su abuelo, Lullaby sólo supo que tenía diabetes, que contestaba preguntas inexistentes, que tenía un carácter de mierda, que le gustaba lo dulce y que se lavaba los dientes con agua tibia. Tampoco Lullaby quiso conocer más. De sólo pensar que cruzaría su mirada con la de él, Lullaby adivinaba que historias que nunca eran verdad del todo, saldrían de su boca. Murió cuando Lullaby tenía doce. En realidad murió el día en que Lullaby cumplió doce.

Pero para Lullaby, nunca será comparable conocer a alguien con saber de alguien. Claro que eso lo pensó cuando sensaciones desagradables rondaban su cabeza mientras veía cómo descendía el ataúd de su abuelo hasta desaparecer por completo. Lullaby siempre ha pensado que si se mira fijo algo para perder luego la vista, la imagen se nubla, se duplica, se deforma, desaparece. Entonces Lullaby hizo desaparecer la muerte de su abuelo y su cumpleaños número doce para siempre.

Lullaby no posee ni el más vulgar toque de magia, pero en su cabeza puede hacer desaparecer cosas. Tampoco las mueve; eso sería una gran mentira, aunque ella sea una experta en mentir. Tampoco extraña o echa de menos a alguien; eso nuevamente sería una mentira. Porque cuando se echa de menos, en realidad no se echa de menos, sino que te echas de menos a ti mismo con la otra persona a tu lado. Y así uno permanece egoísta y permanece ególatra. Y así uno envejece.

Después de su muerte, Lullaby confirmó que su abuelo sólo tenía diabetes, sólo contestaba preguntas inexistentes, sólo tenía un carácter de mierda, sólo le gustaba lo dulce, y sólo se lavaba los dientes con agua tibia. Y con eso bastaba; Lullaby no necesitaba más detalles para sentir que lo conocía.

Lullaby a veces se pregunta cuántas características podría alguien enumerar de ella. Y se pregunta también si esos detalles bastarían para que alguien (alguna vez) la llegara a conocer. Después de todo, a quién le podría importar qué colores usa, o los saltos que da cuando sube las escaleras y llega a los descansos, o que mienta en los momentos más inesperados casi por compulsión, o las fijaciones que tienen los demás al verla finalmente fijándose en algo, o que su vida solitaria sea a veces una proyección de todo lo contrario. Porque cuando se piensa en alguien, en realidad no se piensa en alguien, sino que piensas en ti mismo con la otra persona a tu lado pensando en nada. Y así uno permanece egoísta y permanece ególatra. Y así uno envejece.